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Yo lo hice con mi hijo… sin complejos

Hacía tiempo que mi marido se había marchado con "su amiga". Eso fue hace un año aproximadamente y desde entonces no habíamos sabido de él para nada. Ni siquiera se interesa por su hijo, que ahora tiene ya 16 años.

Yo sabía salía con otra desde hacía tiempo, pero la verdad es que no me importaba mucho. Yo tengo un trabajo agradable y, aunque no está muy buen remunerado, no me dá complicaciones y es cómodo, así como un horario que me concede bastante tiempo libre para mi hijo y para mí, pues salgo a las 5 de la tarde del trabajo.

Vivo desde entonces en una roulotte, ya que el banco ejecutó una hipoteca que tenía nuestro piso en la ciudad y, a decir verdad, tampoco este asunto había supuesto un trauma para mí. Cuando te acostumbras, significa que tienes que trabajar mucho menos y es mucho mas cómodo vivir con lo necesario prescindiendo de tanto trasto inútil como hay en una casa.

Creo que todo lo dí por bueno cuando se marchó el impresentable de mi ex. Esta situación me permite disponer de casi todo mi sueldo para nuestros gastos, sin que la casa nos suponga una carga insoportable que no podríamos pagar, por otra parte, tampoco recibo nada del padre de mi hijo, así es que es mejor reducir los gastos en lo posible.

Tenía suficiente para pagar los estudios de mi hijo, que aún estaba en el Instituto y en dos o tres años, comenzaría la Universidad, algo que también podría pagar si iba a la Universidad Publica.

Yo vivía cómoda en mi situación actual y aún no me había planteado reconsiderar

mi situación buscando una nueva pareja. Todo lo que quería, lo tenía ahora, la paz y tranquilidad que no había tenido nunca antes.

No puedo negar que la intimidad que se tiene en una roulotte no es la misma que un apartamento convencional, pero se puede vivir con cierta comodidad, sobre todo si se afronta la vida con una perspectiva positiva.

La roulotte disponía de una cama suficientemente grande para matrimonio y otra cama también grande, que se armaba a partir de dos sofás situados uno frente a otro y la mesa de su centro. Se transformaba por la noche para dormir.

Por lo demás, contábamos con un baño pequeño, una cocina también pequeña y un armario algo mas grande para nuestra ropa. La intimidad es muy alta en estas condiciones, máxime cuando no existen puertas de separación entre las diversas dependencias de la casa. En familia, todo es asumible, pero no es posible la convivencia con terceros en estas condiciones. No había problema, pues no era nuestro caso.

Cuando nos cambiamos o duchamos, o yo me depilaba, no es planteable la intimidad personal, pero llevado con discreción, tampoco constituye ningún problema para nosotros, aunque es inevitable el vernos en paños menores, incluso observar como algunas miradas indiscretas, -por ambas partes, no puedo por menos que admitirlo- son tambien inevitables.

Yo he seguido muy de cerca el desarrollo de mi hijo y le conozco a la perfección, sintiendo sobre mi cuerpo su mirada, aunque no le esté viendo. Esta curiosidad nunca me pareció anormal, sino todo lo contrario. Es una manifestación de su desarrollo sexual, de su incipiente madurez, su afán de conocer todas las facetas de su entorno, social, cultural.. etc. Es, en resumen, el motor que mueve la evolución de la sociedad: la curiosidad por todo lo que nos rodea hasta que desvelamos su misterio. Esa es su actitud. Por otra parte, nunca pasó de ahí la cuestión, es decir, el mirar mi entrepierna, mi escote, cuando me agacho el trasero, incluso darme algún de otro azote cariñoso en el trasero -costumbre que parece haber heredado de su padre- y poco mas.

Yo, por mi parte, si me encontraba algo mas preocupada con mi actitud ante su desarrollo físico. Me impresionaba el cuerpo atlético que estaba desarrollando y su abultado "paquete" bajo el calzoncillo o el bañador a sus escasos 15 años. Trataba de observarle con cierto morbo y descubrir su "secreto" y ciertamente me preocupaba este malsano interés, más cuando me sentía algo necesitada de gozar nuevamente del sexo después de tanto tiempo, pues desde mucho antes de mi separación, ya no manteníamos relaciones mi esposo y yo.

Temía cometer algún desliz que me pusiese en evidencia ante mi hijo: ¡Qué pensaría de su madre!!. Me avergonzaba terriblemente esta posibilidad.

El verano pasado, cuando el calor comenzaba a obligarnos a aligerar nuestro atuendo, yo solía llegar a casa y vestirme con un sencillo camisón corto y tan solo una braguita debajo. Mi hijo solía esperarme en la piscina del camping bañándose con los amigos y en bañador pasaba casi todo el día, cambiando éste por un pantalón corto de pijama para dormir. El solía comprar o preparar algo ligero para comer y me gustaba dormir después de la comida, un ratito, para después, ir también a la piscina, pues es la diversión mas barata que teníamos a nuestro alcance. Yo solía ponerme un bikini muy pequeño, pues he de confesar que soy muy coqueta y me gusta aún que me miren los hombres, he de admitirlo, aunque qué mujer no gusta de esto?.

Mi hijo también era un admirador de su madre, piropeándome casi a diario. Yo le correspondía en justa reciprocidad y en el convencimiento de que no había ningún chico mas atractivo en la piscina. Solíamos jugar en el agua todos los días y se propiciaban unos tocamientos que yo debo admitir que me excitaban en extremo. No me atrevo a decir que a mi hijo también en aquel momento, pero yo disfrutaba enormemente cuando él tocaba todo mi cuerpo y yo el de él. No puedo negar que observaba en él cierta complacencia con mis manoseos mas que provocativos, pero él reía y reproducía mis actos sobre mi cuerpo.

Yo, a partir de aquellas experiencias completamente nuevas para mí y que no sabían si respondían a una relación normal entre madre e hijo o no, observaba a mi hijo con mayor detenimiento y curiosidad, tratando de percibir en él, algún signo de provocación o exceso de libertad conmigo que pudieran darme respuesta a la verdadera naturaleza de la relación que se estaba desarrollando entre nosotros y si todo respondía a una mala apreciación mía, a un desenfoque de nuestra intimidad provocada por mis propias carencias sexuales y de las que mi hijo era completamente ajeno.

En éste sentido yo sí apreciaba -o me lo parecía a mí- un cierto grado de exhibicionismo por su parte, mostrando su gran musculatura en desarrollo o incluso su abultada entrepierna, y debo confesar que con lo que a mi me parecía tambíen, cierto aire provocador. Yo, evidentemente, no mostraba el menor interés aparente, aunque mostraba esa admiración que tanto les gusta a los adolescentes que les dispensen, aunque sea su madre y la objetividad quede en entredicho. En lo que a mí toca, no puedo negar que mi excitación era muy alta, sobre todo cuando alardeando de su enorme fuerza muscular, me cogía en sus brazos o me le levantaba a pulso y no digamos cuando, mostrando sus habilidades en la lucha, conseguía inmovilizarme en la cama y mostrarme que ya no era capaz de dominarle yo a él como cuando era un niño. En fin, yo disfrutaba mucho de estas experiencias y las propiciaba, provocándole o invitándole a exhibirlas ante mí en ocasiones y cuando yo, previamente, me había vestido adecuadamente para la ocasión. Solía cambiarme al llegar a casa y ponerme mi habitual camisón semi-transparente y una braguita algo provocativa. Nuestros contactos físicos, en esos momentos, eran del todo sensitivos y excitantes hasta el escalofrío. Yo me veía jugando con fuego y no era capaz de pararlo. El, o no lo percibía como yo, o jugaba a lo mismo.

En una ocasión, consiguió atraparme bajo su cuerpo y con intención o sin ella, no lo sé, consiguió situar sus genitales sobre los míos, y, con el forcejeo que yo misma provocaba en forma de rozamientos descarados, debo confesar que en los escasos dos o tres minutos que duró la situación y con unas sonoras carcajadas por su parte, yo alcancé un semiorgasmo maravilloso y, aunque no pude ocultar mi turbación que le llamó la atención a mi hijo, me excusé diciendo que me había hecho daño, ocultando los inevitables espasmos del mismo en forma de gestos de dolor. El se apartó de inmediato no pude evitar ver claramente que su pene sufría de una erección bien visible a través de su bañador, que en este caso era del tipo de los grandes con pata, pasando yo al baño a completar una masturbación atroz. Conseguí otro orgasmo increíble en el baño.

Mi hijo, preocupado y casi estoy segura que ignorante de mi experiencia, no dejaba de llamar a la puerta del baño solicitando información sobre mi estado.

Al fin y ya mas calmada, salí y le tranquilicé, diciéndole que me había hecho daño en el vientre y no tenía el caso mayor interés.

Esa, reconozco, fue una primera experiencia plena con mi hijo pero sin su participación voluntaria o activa.

Aquello no me sirvió mas que de acicate para intentar otras aventuras mas atrevidas.

El verano estaba comenzando y mi hijo tan solo tenía una asignatura que preparar para septiembre. Yo, por mi parte, había renunciado a las vacaciones de verano a cambio de una paga extra y media mas, dinero que nos venía muy bien y del que hubiese tenido que prescindir si cojo vacaciones con el inconveniente adicional del gasto que supone unas vacaciones. Por otra parte, no teníamos interés alguno en salir de nuestro pequeño hábitat ni mi hijo ni yo. El camping, en verano, se pone estupendo; hay espectáculos de todo tipo, gente que viene y que van de paso, actividades gastronómicas, deportivas… en fin, un sin número de atractivos que nos quitaban la gana de salir de aquí.

Nuestra rutina era la comentada anteriormente: yo salía de trabajar a las 15:00 hs y llegaba a casa sobre las 15:30 hs, en donde me esperaba mi hijo con algo de comida preparada. Luego me solía echar un ratito de siesta y él jugaba con su ordenador o veía la TV, hasta que el calor disminuía algo para ir después a la piscina a hacer un poco de deporte y charlar con nuestros respectivos amigos. Por la mañana él hacía algo de compra si necesitábamos y salía por el camping o la ciudad cercana en el bus, a visitar algún lugar o con sus amigos.

De nuestra, o mas bien debo que decir de mí experiencia de la semana anterior con mi hijo, no había quedado nada. Yo lo recordaba con enorme excitación aún, pero él no hacía el menor comentario al respecto. Todo había vuelto a una normalidad tranquilizadora para mí.

Las calurosas noches y la siesta me provocaban algo de insomnio y mi cabeza no paraba de dar vueltas sobre la posibilidad de que se produjese una relación incestuosa con mi hijo; el terror y el placer se apoderaban de mí y, en ocasiones, terminaba masturbándome en mi propia cama, con cuidado de asegurarme de que mi hijo dormía profundamente. Pensaba que él podría hacer lo mismo que yo, aunque su temprana edad me confundía. Si por un lado presentaba toda la anatomía de un hombre, su mentalidad aún la veía un poco inmadura; me costaba trabajo aceptar que mi hijo ya tendría un instinto sexual perfectamente definido y desarrollado y total capacidad para mantener relaciones sexuales plenas con una mujer.… sería conmigo?? No, no podía admitir esa posibilidad. Si la admitía, aunque fuese en teoría, podría darse en la realidad, más aún con la intimidad que teníamos entre nosotros. No debía propiciar estas situaciones de riesgo con él. No debía salirme de la normalidad mas absoluta. Tan solo viviría esas experiencias como meras fantasías sexuales de autogratificación, aunque fuese una degeneración.

Los acontecimientos vendrían a corregir mis intenciones y una de esas noches de calor insoportable, cuando yo aún gozaba de mis eróticos pensamientos, sentí la presencia de mi hijo que se apoyaba en mi cama llamándome. Me sobresalté pues no le oí llegar y le pregunté si le ocurría algo. Me dijo que no podía dormir de calor y que pensaba salir fuera un ratito. Yo me ofrecí a acompañarle y salimos al avance -pequeño porche exterior de lonas adaptadas a la forma y tamaño de la caravana- y comenzó a balbucear unas disculpas que yo no comprendía al principio.

Me dijo que desde el día en que sucedió el acontecimiento que relaté anteriormente, se sentía culpable, pues cuando le dije que me dolía el vientre y le pedí que me soltase, en realidad, lo que me había sucedido, es que había alcanzado un orgasmo provocado por la excitación del rozamiento de los genitales de mi hijo sobre los míos en el juego que manteníamos y me avergoncé profundamente al ver que mi hijo estaba totalmente ajeno a mi situación real, pero la realidad es que él sacó una interpretación equivocada completamente.

Comenzó diciéndome que le perdonase, pues se sentía responsable de mi dolor de vientre debido a la presión que ejercía su erecto pene sobre mi cuerpo, algo que le costó tanto decir que tuve que ayudarle yo indicándole que ya había observado esta situación en él y que no debía preocuparse, pues era algo normal a su edad.

Ya, con algo mas de confianza, me confesó que adquiere tal dureza su pene en esas situaciones, que pensaba que me había causado algún daño al apoyarse sobre mí y quería pedirme disculpas, pero que no podía evitar ponerse así cada vez que jugaba conmigo, aunque me aseguró que hacía todo lo posible y que en ningún caso, tenía mala intención.

Yo le tranquilizaba tratando tambien de no provocar la suspensión total de aquellos juegos eróticos que tanto me gustaban y creo que a él tambien, y le exculpé diciéndole que había tenido la menstruación en esos días y esa era la causa de mis dolores.. la verdad es que fue lo primero que se me ocurrió, pero resultó convincente y salvé la situación con garantías de que todo seguiría igual, algo que deseaba cada día mas y más ahora que esta conversación había liberado parte de nuestras inhibiciones para con alguien tan cercano y cuya temática, resulta siempre violenta entre padres e hijos. Esto había roto ese hielo que, sin duda, habría de propiciar otras fases de acercamiento mas íntimas aún…

Después de un rato de conversación sobre otros temas relacionados con el sexo tales como sus relaciones con amigas o yo con otros hombres, quedando claro que ninguno de los dos manteníamos relación alguna con nadie, nos fuimos a acostar y digo bien a acostar pues a dormir no fue.

Aquella noche, alrededor de la 1 de la madrugada, mi hijo me pidió acompañarme un rato a mi cama para jugar conmigo, pues ninguno teníamos sueño y al día siguiente era sábado y ninguno teníamos que madrugar. Por supuesto, le concedí autorización y en un minuto estábamos en mi cama jugando como siempre y mi hijo a subirse sobre mí que era lo que mas le gustaba. Pronto observé que nuevamente su pene alcanzaba un tamaño espléndido y ya no se reprimió mucho para evitar un contacto directo que antes sí parecía violentarle. Yo me zafaba en lo posible dándole a entender que no estaba dispuesta a aceptar esas provocaciones, pero sin darle a entender que le rechazaba de plano. Estando sobre mí, me dijo que si me molestaba su pene sobre mi vientre, bajaría un poquito, de tal modo que se situó exactamente donde están vds. pensando, donde él buscaba y donde yo esperaba deseosa.

El mostró una excitación especial y yo también, y ambos fuimos conscientes de la situación absolutamente anormal que estábamos viviendo, pero salvo pedirle tímidamente que me dejase, ninguno de los dos atendimos a la razón y nos dejamos llevar por una pasión difícil de contener en ambos que, por distintas razones, los dos necesitábamos.

No puedo negar que pasó por mi mente todo tipo de prejuicios: la edad de mi hijo, esta relación antinatural, las consecuencias posteriores, la posibilidad de que trascendiese.. en fin, estaba del todo acobardada pero impotente para tomar una decisión consciente sintiendo sobre mi sexo ese pene erecto que forzaba la ropa interior nuestra para penetrar en mis entrañas.

Al cabo de unos segundos mi hijo comenzó a lanzar quejidos ahogados de placer y a convulsionarse sobre mí con unos empujones intermitentes que delataban el orgasmo que estaba sintiendo. Yo le abracé tiernamente y le apreté contra mi cuerpo, sintiendo enseguida un calor y humedad típicos del semen que estaba derramando sobre mí y que traspasaba su calzoncillo y mi braguita. Yo, he de reconocerlo, también alcancé ese tipo de orgasmo incompleto que solemos sentir las mujeres pero que no llega a consumar el cenit del placer. El típico olor a semen ardiente llegó a mi olfato y no pude contener un abrazo intenso a mi hijo elevando mis caderas ligeramente para sentir mas directamente el objeto de mi placer entre mis piernas.

Mi hijo se levantó tremendamente violento por lo que había ocurrido y como confuso y mareado me pidió mil veces perdón por lo que había hecho y por haberme manchado y se fue al baño a ducharse y cambiarse mientras yo me limpiaba a mi vez y aprovechaba su ausencia para cambiarme también.

Yo me resignaba a las consecuencias que no era capaz de calcular en aquel momento, pero las acepté de inmediato y traté de afrontarlo con serenidad y sin provocar en mi hijo un pánico injustificado. Trataría de reconducir la relación hacia una normalidad mas acorde con los moldes sociales y, con el tiempo, todo se olvida. Eso no sería fácil.

Mi hijo salió del baño y, desnudo y cubriéndose con las manos, se marchó a su habitación sin abrir la boca.

La verdad es que a sus quince años debió ser una experiencia tremenda; yo lo me razonado posteriormente, pero su cuerpo no se corresponde con su mentalidad y yo me había dejado arrastrar por la pasión del cuerpo, sin consideraciones racionales.

Yo quedé profundamente afectada por la experiencia igual que él, pero con una capacidad de asimilación de estas experiencias completamente distinta y mi capacidad de reacción también me hicieron no bloquearme y estudiar una estrategia viable para dar salida a nuestras respectivas vidas en adelante. Debía pensar por mí misma y por mi hijo, aún adolescente.

Todavía sentía en mi vagina el calor y presión de su pene y no podía evitar continuar la placentera experiencia ayudada de mis dedos hasta que conseguí dormirme.

A la mañana siguiente, hacia las 9 o las 10 de la mañana, la luz y ya el calor del sol, me despertaron, comprobando que todo estaba tranquilo y mi hijo aún dormía en su cama. Me levanté y tras recordar con cierto regusto malsano la experiencia vivida la noche anterior y con un deseo perverso de despertarle y terminar de una vez este ardor que me consumía, me preparé un café cargado. No sabía que me traería el nuevo día…

Cuando aún no me había tomado mi café, salió mi hijo de su cama y me pidió que si le hacía el desayuno, pero con la mirada baja y actitud sumisa, evidentemente avergonzado y supongo que algo de humillación ante su comportamiento de la noche anterior. Cuando le puse el desayuno, tan solo acertó a decir :"Gracias… me, … me,… me, … perdonas?". La verdad es que sentí una tremenda compasión de él, viéndole tan culpable y sabiendo yo mejor que nadie, que si había una responsable, sin duda era yo. Me enterneció su actitud y le abracé, diciéndole que no había nada que perdonar; que había sido un desliz involuntario e incontrolable a su edad. Son frecuentes las poluciones nocturnas y alcanzar un orgasmo con una simple frotación. "Todo normal…" -le dije sin creerlo yo misma!-.

Aquel día me pidió permiso para marcharse al pueblo, pues eran ferias y quería ir con sus amigos. Por supuesto yo le dí mi autorización y comprendí que quería alejarse del conflicto interno que sufría. Pensé que le vendría bien asimilar la experiencia sin traumas ni influencias de nadie. Que viese que la vida sigue como siempre, ajena a nuestros pequeños problemas de cada día.

Tras este día y la semana siguiente, todo volvió de nuevo a la normalidad, a nuestros juegos en la piscina y a nuestros ratos en casa viendo la TV y charlando , hasta que el viernes.

Con motivo del cobro de la indemnización por renuncia de vacaciones que cobré de mi empresa, me apresuré a comprar una botella de buen vino rosado francés y unos mariscos frescos para la cena del viernes y celebrarlo con mi hijo, pues la cantidad percibida era importante para nuestra economía.

Con ilusión por el acontecimiento y la celebración familiar, llegué a casa alegre y le contagié a mi hijo la alegría, que se apresuró a preparar lo necesario para la celebración, colocando la mesa e incluso poniendo una vela en el centro. Riendo y charlando, me pidió permiso para tomar un trago de vino, concediéndole ese pequeño deseo inocente y poco peligroso, pues no pensábamos salir de casa aquella noche.

El vino fresco estaba excelente y mi hijo repitió, eso sí, siempre pidiendo permiso que yo le concedía y yo, a mi vez, también bebía un trago con él. Así, poco a poco y mientras degustábamos el marisco, acabamos con la botella de vino entre los dos.

Era evidente que nos encontrábamos algo beodos y algo fuera de nuestro comportamiento habitual, hasta el punto de que mi hijo perdió su natural pudor y me indicó que me veía como la mujer mas linda que conocía, sin interés ninguno por otra mujer y que no tenía intención alguna de casarse, pues estaba muy bien con su madre y en su situación actual. Era evidente que desvariaba por culpa del alcohol, pero también que no mentía: realmente sentía lo que decía y yo se lo agradecí doblemente, con la satisfacción de la mujer halagada y con el orgullo de una madre feliz con un hijo agradecido.

Me pidió bailar conmigo y, claro, yo acepté encantada. Como digo, nuestra forma habitual de vestir en la intimidad se limita a la ropa interior y yo, sobre ella, suelo ponerme un camisón corto y suave.. muchas veces también transparente como una provocación evidente y creo que conseguía su efecto. Mi hijo, al levantarse de la mesa, dejaba ver en su pantalón corto un abultado pene erecto, algo que me causó la excitación natural, aunque después de nuestras últimas experiencias, ya no me ruborizaba, ni mi hijo tampoco.

Pronto puso la música y se abrazó a mí para bailar, aunque ninguno de los dos sabemos hacerlo. Nos movíamos al ritmo de los compases de música y él me acercaba sus caderas sin encontrar oposición por mi parte. Yo suponía lo que me esperaba, pero tras unas frotaciones a su, ya clásico estilo, me pidió que pasásemos a mi habitación a jugar un poco sobre la cama.

Con una sonrisa pícara por mi parte, asentí. Me cogió de la mano y asumiendo la iniciativa, me invitó a mi cama y él, directamente, se acostó sobre mí. Inmediatamente me dijo lo atractiva que era y me pidió besarme los labios. Yo no podía negarme, no quería y mi excitación era enorme, tanto que no recuerdo haber estado así nunca; posiblemente la situación era mucho mas morbosa que las que había vivido hasta ahora, no sé. Notaba su pene frotándose directamente sobre mi entrepierna y sus besos eran interminables. Me ofreció su lengua y, como no, la acepté llena de lujuria. Me pidió tambiér poder besar mis pechos y… pues sí, tambien se lo concedí, aunque al no poder acceder con facilidad a ellos, tuve que pedirle que se retirase un momento para quitarme el camisón. Al verme directamente mis pechos y mi cuerpo desnudo y tan solo cubierto con una braguita muy pequeña y muy transparente, se volvió a echar sobre mí chupando mis pechos y con unos movimientos convulsos de sus caderas, supe que estaba de nuevo al borde del orgasmo, por lo que le pedí un momento de calma.

Le quité su pantalón y puse mis labios sobre un pene precioso, sin exageraciones, ni grande ni pequeño, ni grueso ni delgado, en fín, un pene delicioso para un chico de quince años, un pene que yo anhelaba sin haber visto nunca en esta plenitud. Le besé con ternura y me sorprendió su escaso vello, aunque no era raro debido a su juventud. Tampoco tenía aún barba y el vello de su pecho, era una escasa pelusa similar a la de su vello púbico. No sentí repugnancia alguna al introducírmelo en mi boca y en dos succiones, se derramó dentro de mí con quejumbrosos suspiros. Me retiré cuando dejé de sentir sus latidos orgásmicos y me limpié, igual que hice con él, que cayó sumido en una especie de densa somnolencia, quizá debido también al alcohol ingerido.

Yo, en esta situación, reconozco que no sabía qué hacer. Mi hijo había quedado casi inconsciente y yo aún no había recibido salvo la calentura que siempre me reportaba estas experiencias y debo confesar, que comenzaba a incomodarme mi abstinencia forzada, así es que me dispuse a llevar a mi hijo a su cama, que apenas respondía, y yo me acosté para terminar mi sesión de sexo virtual con una masturbación mas.

Era sábado, pero me desperté pronto. Había dormido profundamente, pues también me había afectado el vino ingerido en la cena, así es que decidí dormir otro rato.

Me despertó mi hijo al meterse en mi cama y darme un beso delicioso en mis labios aún dormidos; debía ser tarde, pero no había prisa y, además, olía a café recién hecho que mi hijo había preparado para mí. Me ofreció una taza que deseaba mas que nada en el mundo.. bueno, mas que nada no, pero casi.

Comprobé que aún estaba desnudo como le dejé por la noche en su cama y mostraba un brillante pene erecto con una intencionalidad clara. Ambos sabíamos que había llegado el momento, así es que no nos paramos en protocolo alguno: sin prisa, pero sin pausa, como suele decirse.

Tomamos café y mi hijo comenzó a pedirme disculpas por su actitud la noche anterior. Sabía que su comportamiento no había sido muy adecuado a lo que se espera de un hombre en sus circunstancias o debía intuirlo, pero con un hijo siempre se tiene todo tipo de excusas y yo le excusé sin poder evitar abrazarle y darle un cariñoso beso que el transformó en otro de cariz mas sensual, acercándose a mis labios que le recibieron con agrado.

Suavemente me fue dirigiendo a mi habitación y me sentó en mi cama, quitándome el camisón y besando mis pechos. Me recostó en la cama tras un largo protocolo centrado en mis pechos y dirigió su mano derecha a mi sexo, que encontró bajo mi braguita sin dificultad.. estaba hirviente y esperando acontecimientos. Creo que no opuse resistencia alguna y él comprendió que debía cumplir como lo que era, así es que me despojó también de esta prenda y besando todo me cuerpo alcanzó mis labios… mayores, para separarles y enterrar su lengua muy dentro de mí. Confieso un estremecimiento inesperado pero deseado.

En ese momento que yo comenzaba a jadear y mover mis caderas de abajo hacia arriba, él se separó de mí y pensé que trataría de penetrarme, pero se alejó de la cama pidiéndome un minuto y regresó al instante con un tarro de mermelada que utiliza habitualmente para sus tostadas y, metiendo sus dedos dentro de él, me untó todo mi torso con la mermelada, incluso mi sexo, sorprendiéndome tanto este acto nuevo del todo para mí, que inmediatamente pensé que mi hijo tenía muchos mas conocimientos de los que yo pensaba a sus quince años.

Inmediatamente después comenzó a lamerme todo mi cuerpo y a recoger la mermelada con su lengua, haciéndome retorcer de placer y deseando alcanzar ese orgasmo tan ansiado por mí. Finalmente llegó a mi punto mas débil cuando yo ya estaba sintiendo el orgasmo en todas las terminales nerviosas de mi cuerpo y con fruición y glotonería relamía su lengua dentro de mí.. Dios, que placer!!! Jamás había pasado por una experiencia similar ni tan placentera!! Me corría!!! Le sujetaba su cabeza entre mis piernas y le apretaba contra mí.. Dios, ya lo había logrado por fin!!!!.

Lentamente recuperaba mi consciencia mientras mi hijo limpiaba mi sexo y piernas de mermelada y mis propios jugos vaginales. Yo aún le sujetaba su cabeza mientras sentía latir mi sexo con cada lenguetada de mi hijo, latidos que él sentía también.. No quería saberlo de momento, pero ¿Cómo mi hijo habría aprendido esto a su edad?? Ya lo preguntaría luego, pero de momento quería gozar esos minutos en los que el orgasmo se prolonga dulcemente hasta dejarme exhausta..

Pasaron diez o quince minutos mas y mi hijo seguía prolongando indefinidamente mi placer con su lengua, con una maestría inigualable. Desde luego había sabido cumplir con las expectativas mas exigentes de una mujer.

A partir de ese momento, pensé, no volvería a padecer mas necesidad, si él consentía claro.

Me fui a duchar tras este momento de éxtasis, pero mi hijo me reclamó pronto; ahora era él que esperaba algo más, así es que pensé que el sábado era aún largo..

No me equivoqué. Con mi cuerpo limpio y perfumado, me acerqué a él que lamió todo mi cuerpo, volviendo una excitación extrema a mí. Yo casi me limitaba a seguir su iniciativa, pues su mezcla de inexperiencia y atrevimiento experto me confundía, pero me gustaba.

Cuando mi vagina segregaba tanto lubricante natural que comenzaba a gotear a lo largo de mis piernas, él me pidió que me abriese un poco de piernas y se situó sobre mi cuerpo desnudo y tembloroso por lo que se avecinaba y que, a la vez, ansiaba y temía, por las consecuencias que se pudieran derivar de este acto contra natura.

Su pene erecto también goteaba ligeramente un transparente y lechoso líquido pre-seminal y temí un embarazo, pero confiaba en que su juventud no hubiese alcanzado la fertilidad, así es que le permití o, mas bien, no le impedí que culminase un coito tremendamente deseado por ambos…

Puso su pene justo a la entrada de mi vagina que llameaba de pasión y comenzó a introducirlo suavemente dentro de mí. Yo sentía cada milímetro de su estilizado y puntiagudo pene, pensando en ese orgasmo que me llegaba irremediablemente, a la espera de su penetración total, pero mi hijo volvía a sacar la parte que llevaba introducida en mí y nuevamente envestía con suavidad, lentitud y delicadeza en mi vagina, que veía palpitar ostentosamente..

De repente, cuando tan solo el glande estaba dentro de mí, sentí un chorro enorme de semen ardiente alcanzando mis entrañas y mi hijo cayó pesadamente sobre mí y me envestía con violencia tal que yo alcancé un orgasmo tremendo en un abrazo tan estrecho que creí que me faltaría la respiración. Notaba ambos corazones palpitando a un ritmo trepidante y mi hijo no dejaba de sacar y meter su pene insistentemente y manteniendo una erección que me facilitaba un placer inmenso notando claramente su dureza en mi vagina, y me recordó lo distinto que era con su padre, pues aunque gozaba con mi marido mucho también, cuando alcanzaba el orgasmo, su pene adquiría una flaccidez que me impedía disfrutar al cien por cien de mi orgasmo, aunque siempre me pareció eso lo normal. Ahora veía que no era así.

Mi hijo fue cediendo en su intensidad progresivamente y mantenía un ritmo cadencioso y suave que me hacía retorcerme de placer y sincronizar mis movimientos de cadera con sus envestidas, sujetando su trasero con mis manos que le iban marcando mi deseo al que se ajustaba perfectamente.

Acertó por fin a preguntar, entrecortadamente por los espasmos de su orgasmo, si había alcanzado el placer como él. Le confesé que me resultaba tremendamente placentero ese momento y le pedí que no dejase de moverse lentamente durante un rato más, si es que podía. En realidad era un reto inconsciente el que le lanzaba, pues por nada del mundo pensaba separarme de ese pene erecto y duro que me alcanzaba no sé que punto de mi vientre al que cada vez que llegaba sentía un latido de intenso e inagotable placer. El, por supuesto, aceptó el reto y continuó así durante largo rato, posiblemente mas de media hora, durante el cual yo mantenía ese placer inagotable y desconocido hasta ahora para mí. Yo quería mas y mas y no quería separarme de mi hijo, al que sujetaba estrechamente contra mi cuerpo sudoroso, como el suyo, y unidos por nuestros sexos.

Mi hijo comenzó de moverse algo mas rápidamente y comprendí que nuevamente se correría dentro de mí, así es que me fui ajustando a su velocidad creciente y adaptaba mis movimientos a sus envestidas, haciendo cada vez mas profundas su penetraciones en mis entrañas. Le pedí un poco de paciencia, para acompañarle nuevamente en el delirio de un nuevo orgasmo y cedió algo, pero con muy pocas posibilidades de aguantar mucho, así es que yo misma me apresuré a lograr ese orgasmo conjunto y pronto estábamos los dos acometiéndonos mutuamente en un vaivén de espasmos violentos acompañados de unos gritos quejumbrosos y ahogados de ambos que tocábamos el cielo de nuevo juntos. Mi hijo, sin control alguno sobre sus movimientos, vaciaba sus testículos secos dentro de mí, moviendo tan solo sus caderas, sin control voluntario alguno. Eran auténticos espasmos mas propios de un epiléptico que de alguien consciente de sus actos. Observé a mi hijo apoyado sobre sus brazos extendidos y apoyados a ambos lados de mi cabeza, con la cabeza levantada, apretando los dientes y con una mueca de dolor/placer que me contagió. Yo también me arqueaba hacia él por mis caderas, facilitando un contacto mas estrecho entre nuestros sexos y apretándole su trasero con mis dos manos contra mí. Así estuvimos unos minutos, en los que la tensión y presión fue cediendo lentamente hasta relajarnos el uno sobre el otro.

Yo notaba nuestras caderas, piernas y sexos completamente mojados, así como el lugar de la cama en donde nos encontrábamos y me sentía algo incómoda, pero agoté el placer hasta comenzar a sentir escozor y dolor dentro de mi vagina casi virgen hasta este momento.

Yo, completamente inmóvil, pero arqueada por las caderas hacia arriba, y sujetando a mi hijo contra mí con había quedado como agarrotada por el esfuerzo de apretarme contra mi hijo y solo esperaba relajarme lo suficiente como para poder apoyar mi cuerpo, electrizado en extremo, sobre la cama y descansar un momento.

No sé, pero posiblemente nos mantuvimos así, en silencio, media hora. Mi hijo mantenía una erección suficiente para notarle dentro de mí, con lo que yo prolongaba mi momento de placer sexual durante ese tiempo, aunque el climax ya hacía tiempo que había ido bajando su intensidad.

Cuando quise reaccionar y levantarme, comprobé que nuestro vello púbico había quedado pegado por algunas zonas, lo que nos resultó anecdótico. Habíamos permanecido tanto tiempo unidos que se había secado el semen de mi hijo y habían quedado pegados nuestros vellos.

Después de esta primera experiencia plena, se han repetido múltiples experiencias mas, cada una mas gratificante que la anterior y somos realmente felices con nuestra relación que ya dura un año, debiendo destacar la gran imaginación que demuestra mi hijo en esto del sexo y que tanto me hace disfrutar del mismo.

Autora: Fermina

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Comentarios

  1. Gracias Fermina por colaborar con el blog con tan excitante relato.

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  2. Exelente relato y sobretodo muy bien redactado ase que sea atrapante desde el principio hasta el final felicitaciones al autor/a alpaudo de pie este aportr y a la espera de mas .
    Abrasos

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  3. Q buen relato!! Me encantó!!! Q lindo experiencia!! Gracias por compartir el relato!!

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  4. Gracias Fermina por el relato, me gustó mucho, explicas muy bien y a detalle todo, me pareció corto jajaja aunque no lo es, saludos

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  5. Excelente relato gracias Fermina, espero sigas deleitándonos y gracias Gus y Marcel su página es genial saludos desde mexico

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  6. Desarrollado de a poco y con detalles.. muy bueno Fermina tu relato!! Calienta motores de a poco!!👏👏 Gracias x subirlo!!

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  7. Me encantó el relato y muy sugestiva la foto Felicitaciones. Para todos los que leen y no comentan si el blog se cierra no van a poder leer más estos relatos que se hacen cada vez más difícil de encontrar. Así que creo que vale la pena perder 5 minutos en comentar. Saludos a todos y buenas fiestas !!! En especial modo a Gus e Marcel. Jcntop

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  8. Fabuloso el relato, enviarían más como estas?

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  9. como siempre una joya de relato, hay posibilidad de invitacion para los relatos privados? caenfdm@gmail.com

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  10. Excelente relato Fermina neta te la rifaste espero que sigas complaciendonos luisenrique2017ramirez@gmail.com

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  11. Es uno de los relatos más leídos del año, 752 entradas tiene, pero tan solo 14 dejaron comentarios.
    ESTO ASÏ NO VA, hasta que no se llegue a a los 20, no se subirá ninguno nuevo, por más que se tarde 10 años.

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  12. Excelente relato de mis favoritos amo todo el morbo

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  13. Wow que increíble relato, leer desde la perspectiva de la mujer a cambiado mucho la forma del relato transmite bastantes sensaciones, el desarrollo de la historia es sublime pues va poco a poco dando detalles para que la historia sea muy excitante muchas gracias fermina

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  14. Muy bueno! Feliz Año Nuevo para todes jaaaa

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  15. Feliz año para todos, gente pongan un poco de onda en el nuevo año para comentar los relatos es gratificante para quien escribe recibir un comentario. Saludos jcntop

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  16. muchas gracias por el relato y por compartir
    muy buen cambio en la actitud, que le añade mucho morbo

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  17. Hermoso relato! Lleno de cariño, pasión y morbo.

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